divendres, 19 d’octubre del 2018

Mirades

Lanzó el cigarrillo por la ventana, que cayó en el centro de la plazuela, rebosante de personas. Exhaló la última bocanada de humo antes de cerrar la ventana y dirigirse al interior de su ático. Se sentó a reflexionar en su diván, pensando en aquellas miradas con las que se había cruzado a lo largo de la jornada. El contacto visual: la manera en que las ánimas conectan.
Los ojos...dos ventanas abiertas al alma...cavidades impresas en el rostro bajo las cuales se retuercen las vidas, la historia de cada ser, su batalla cotidiana. Tanto con tan poco...una mirada bastaba para imaginar, elucubrar acerca de aquellos caminos personales, para dibujar en un lienzo imaginario los trazos de personajes de novela.
Fue al lavabo. Allí, frente al espejo, se plantaba una mirada inquietante. Bajo ella no había ningún misterio, todo semblaba claro. Reconoció su reflejo: lo repudió. No quería tener certezas absolutas frente a la mirada de nadie (ni siquiera ante la suya propia), quería tener suficiente espacio como para plantear una ficción que le permitiera seguir viviendo en aquel espacio resbaladizo y líquido que era su mente, ansiosa de fluir, libre, por los paraderos de la hipótesis. Podríamos decir que el protagonista de esta breve erupción era propenso a vivir en paralelo a la razón y su imperio implacable.

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