La luz que iluminaba la estancia contrastaba con la oscuridad del exterior. Se apagó, finalmente, y todo pasó a estar en comunión con ésta última. Sin embargo, todo acababa por iluminarse por completo, pasado cierto tiempo. Podía conseguirse la penumbra cuando todo parecía estar iluminado, de igual manera que se podía conseguir combatir la negrura espesa, desafiante. Aquellos que vivían desafiando estos polos opuestos vivían en constante oscilación. Se las apañaban para desafiar los elementos básicos artificialmente, de manera peligrosa para su naturaleza. No comulgaban con el ciclo real, haciendo de su vida un leve engaño. Creían tener el control, pero esto sólo era una ilusión, de manera que cuando les faltaban las herramientas de las que hacían uso caían derrotados, humillados en su desesperación. Y así, de esta forma, algunos perecían finalmente, para su desgracia. Desafortunados y engañados, habían depositado su fe en una esperanza que resultaba ser una falacia.
¿Existía el gris, entre lo iluminado y lo opaco? Quizá existían colores, los cuales eran proporcionados por la luz. Pero siempre quedaba la amenaza de la desaparición de éstos.
Podría ser que siempre quedara el retorno de una realidad colorida. De hecho, así era.
Pero siempre quedaba finalmente oprimida por la lobreguez tenebrosa. Sin embargo, quedaba esperanza. La jornada siempre volvía a amanecer, la noche acababa por cesar, para devolver a los objetos una riqueza viva, preciosa, finalmente iluminada.